domingo, 7 de julio de 2013

"No me detengas, voy hacia mi juventud, mi juventud viene hacia mí"

AURA
Carlos Fuentes
1962



¿Quién no leyó Aura como asignación de la clase de Español o Literatura en la escuela?, no sé los chicos de ahora, pero gente de mi generación y anteriores sí que lo hicimos. Una tarde aburrida de domingo, decidí releer Aura, el gran clásico de Fuentes pero ahora, con mi visión de adulta.

Una narrativa exquisita, simple sí, mas no escueta. Aura es un paseo por un mundo fantástico, pero de esas fantasías humanas, esas ensoñaciones que todos nos sorprendemos añorando de vez en cuando. Esos ímpetus de juventud, belleza, ese romanticismo exquisito que dista de ser burda cursilería.

La romántica, misteriosa, vieja y achacosa Ciudad de México de los años sesentas, una atmósfera ambivalente, los ruidos de la calle, siempre bulliciosa, siempre viva, contrastan con lo que sucede al traspasar el umbral de una vivienda, de esas tantas que hay en la ciudad, y de pronto, con un sólo paso, todo se vuelve callado, oscuro, húmedo, y en medio de todo ese sombrío ambiente, se esconde un secreto, un sentimiento. 

Carlos Fuentes con mucha maestría, nos convierte en Felipe el protagonista, sí, y digo que nos convierte porque el autor nos lleva a través de Aura como si quien leyera la estuviera viviendo en carne propia. Se perciben los olores, las sombras, el ambiente, se siente el amor, la añoranza, el tacto. 

Un amor del siglo XIX, tomando cuerpo casi cien años después, el mismo sentimiento, la misma esencia, que a pesar de que pasen las épocas y el humano se modernice, la esencia romántica, esa que aspira a la devota ilusión del amor verdadero, sale a flote, el heroísmo, la pasión, y todos aquellos sentimientos que manan del interior del ser se manifiestan, puros, sinceros, honestos.
 
Aura es eso, es esa fantasía que se basa en una realidad posible e imposible a la vez, Aura es vida y muerte, amor y juventud. 

Dense la oportunidad de leer Aura otra vez, ahora con la tranquilidad de que no habrá ningún profesor pidiendo que llenen un cuestionario con los detalles. Sientan la narrativa tan tridimensional, sientan cómo viven esa fantasía casi a flor de piel. Se darán cuenta que realmente no han leído Aura, aunque así lo hubiesen creído.


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